16 may 2011

Y de repente, un extraño te habla...

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3 may 2011

Oremos


Copia y pega rutina en mi agenda. Se van repitiendo los días uno tras otro sin demasiados cambios ni acontecimientos memorables. ¿O sí? ¡Ah, espera que se ha muerto Bin Laden! …¿O no? (¿Por qué me huele a chamusquina si no se ha encendido ninguna silla eléctrica?) Anyway, fuera como fuere, lo cierto es que me la trae al pairo.

Llámame trivial, pero lo único que me importa es que venga el buen tiempo de una vez y que se quede con nosotros también el fin de semana. Lo que quiero es que llegue el sábado y pueda gozar de la hilarante compañía de mis compatriotas (o echarme unas risas con mis colegas, como prefieras) con el "más difícil todavía" de que no se les mojen los pitillos por tener que fumar en la terraza. A mí lo que realmente me interesa es que en mi casa no caigamos en esta última moda absurda de irse al paro, que  mi equipo ascienda, que el menú del martes no sea el mismo que el del lunes, que el hijo de mi vecina apruebe de una vez el examen de flauta y que las cosas me vayan bien ahora y en la hora de mi muerte. Amén.

 Y a ti ¿qué? ¿Qué te importa?

13 abr 2011

La boca le sabe a sexo

Hacía mucho que no escuchaba la soledad de la noche. Parecía mentira, pero aún estando lejos de los trópicos, el único ruido que le hacía compañía era un lejano cantar de algún pájaro despistado. Ése y el continuo tintineo del goteo de Mario a compás de su teclado era su compañía de aquella noche.

Había desistido de dar vueltas sin sentido sobre las sábanas de su cama deshecha. Hacía ya rato que la tele se había puesto en huelga y había empezado a repartir suerte, azar o destino con cartas de distintas barajas. La casa de Gran Hermano dormía igual que la cámara que se había congelado en una imagen soporífera.

No sabía muy bien porqué, pero a ella esa noche el paladar le sabía a sexo. El único gusto amargo que deja buen sabor de boca. Tampoco es que tuviera hambre de sexo, ni siquiera fantaseaba con el. Simplemente, se recreaba en sus recuerdos y revivía sus historias transformando finales. Era  una manera de mantenerse viva, de olvidar que hacía mucho que no tenía nada que contar.

Más que en otra cosa, pensaba en los juegos de seducción. En la danza sensual que hacen las palabras de aquellos que han decidido dejar de bailar para acercarse más el uno al otro en una conversación ya estrecha de por sí. Sin lugar a dudas, una de las partes más eróticas del ritual de apareamiento.

Cara a cara, uno frente al otro y entre el humo de un recuerdo pasado en el horizonte de un bar de no importa qué ciudad. Dos desconocidos a solas entre la multitud, cuatro ojos que se cruzan entre el lanzamiento de dardos cargados de miradas intencionadas. Suficiente, no necesita nada más. El alcohol que corre por sus venas es el encargado de dar el siguiente paso y, quizás también, los siguientes de un baile tórpido enredado en tropiezos que sirve de excusa perfecta para dejar pista libre a los que no tienen sentido del ridículo o a quienes no tienen porqué tenerlo.

Un suelo movedizo, unos tacones que bailan solos y una barra que anhela sujeción son como un reclamo ahogado en alcohol. El plan A disfrazado de opción B. Así que se inyecta la última dosis de pérdida de vergüenza en forma de chupitos de tequila con sal y limón. En última instancia, mira al otro lado de la barra buscando al camarero que al inicio de la noche tomaba por feo y corrobora que todo sigue igual para delimitar su grado de embriaguez. Devuelve la mirada a su víctima y recompone la conversación. Es a partir de ese instante cuando desaparece de sus labios el gusto de su último trago. La bebida mexicana ha desaparecido de su mapa de sabores, al igual que la sal y que el limón. La boca le empieza a tener gusto a sexo…Y le gusta.

Se muerde el labio y entonces, tiene ganas de que la muerdan. No tiene ni la menor idea de cuál ha sido el último comentario ingenioso que se ha perdido desde la boca de su víctima hasta la cercanía de su oído, pero se ríe, porque realmente le ha hecho gracia ser consciente de que no le escucha. Aunque a estas alturas ya haya pocas posibilidades de que pierda a su presa, retoma la atención. Tiene hambre y no quiere quedarse sin cenar, sin embargo, recuerda que hay algo que le gusta mucho más que el postre y es que ella siempre ha sido de primeros platos.

Toma las riendas y juega la carta de las pretensiones. Aunque ella lo sepa, no lo quiere saber. Finge que no sabe de lo que le hablan para llevarlo todo a su terreno, pero que no se engañe: ella tiene el control. Pasito a pasito lo atrapa en su encerrona y acaba diciendo cosas que jamás hubiera pretendido. Y ya está; lo dicho, dicho está. Tiene la pelota en su tejado y sabe perfectamente cómo sumar puntos desde esa posición. De tanto en cuando le deja anotarse algún tanto a él para que sienta que además de formar parte del juego, también juega (aunque en el fondo ella sepa de sobra que ya ha ganado).

Mientras, los alrededores miran con recelo y con envidia el ritual y esperan entre apuestas lo que está a punto de pasar. ¿Será él o será ella? No se trata de una guerra de sexos, se trata de ganar o perder. De ver quién se lleva el Óscar al papel protagonista. Entonces, un desmarque perfecto por la banda y, de repente, un pase al hueco para rematar de cabeza en boca de gol. Ese acercamiento “inocente” para alcanzar su copa da pie al esperado malentendido intencionado. Una risita es la ovación para el perdedor, un beso el trofeo del campeón. Y, ahora sí, la boca le sabe a sexo.

11 abr 2011

¡Qué fantástica-fantástica esta fiesta!

He perdido a mis musas. Se han marchado, algunas por tierra, otras por aire, ninguna por mar, pero aunque haya sido un paquete Express han dejado mi pedido. Y…

Ha vuelto, después de mucho tiempo ha vuelto. A ver cómo lo explico. Es la fuerza que te lleva, que te empuja y que te llena; es algo que te lía, una descarga de energía… ¡ah, no, espera…que ese es Alejandro Sanz!  De lo que yo hablo es de una fuerza parecida o, más bien, contraria a la gravedad que hace despegarse del suelo al globo de helio que llevo entre pecho y espalda. Ese globo que pocas veces coge altura, pero que nunca toca techo. Es la ilusión de cada día… y no me refiero a la lotería. Más bien hablo de ese “noséqué” que te quita el sueño a deshoras, que te hace mantener la curiosidad de saber cómo será mañana o que te abalanza precipitado, bolígrafo en mano, sobre un trozo de papel. Y no, no es la fuerza del corazón.

Hace ya tiempo que no consigo abrir los ojos a golpe de despertador. Primer intento… “Strike uno”, segundo intento… “strike dos”, tercer intento: “strike tres”. Debe ser que he perdido el interés, he llegado al punto de prescindir de saber qué habrá ahí cuando despegue los párpados. No hay nada cautivador ni sugestivo en mi rutina. Mi actitud pusilánime no ayuda y clava el ancla en el suelo impidiendo que despegue mi globo. Realmente pienso que sería ideal empezar a tirar sacos de arena desde la cabina para quitarme algún que otro peso de encima porque noto que me quedo sin gas. Vuelo lejos del sol; vuelo sin rumbo, vuelo sin helio, vuelo sin Helios.

Pero hoy he vuelto a oír la risa de mis musas. Ha venido de visita. Las he visto llorar de nuevo, lo mismo que ellas me han visto. He luchado en el bando del sol en la batalla siempre perdida  por que no salga la luna. Le he pedido al reloj que mintiera al darme la hora intentando escapar de mi encuentro con Mario. He juntado a cinco chicas en un coche en el que se oía (además de algo parecido a un piropo lejano) “fiesta, qué fantástica-fantástica ésta fiesta”. En definitiva y según las teorías de Raquel Sánchez Silva, ¡he tenido unas Lolis!

He recorrido una ciudad que me tenía aprendida al dedillo y me he perdido entre chistes e ironías que casi llevaba escritas en la palma de mi mano. Mis Lolis me llenaron el depósito de gasolina y alejaron a esa puta aguja del indicador de reserva. La verdad, ya llevaba tiempo encendida la luz de emergencia…

Nada mejor que una puesta al día en cotilleos y una descarga inmediata de la última versión de ligues pasajeros para cargar baterías y enchufarse las ganas de que llegue mañana. Parada en boxes y un par de cócteles refrigerados para volver a repasar aquel capítulo pasado, aunque no olvidado. Otra vez la misma historia, narrada ahora de otra forma. Entre batallita y batallita ganamos la guerra, repartimos un poco de caña a los que no están presentes y damos por saco a los que nunca lo han estado. El mismo cuento con distinto ejemplo; Pepe y Pepa, Pili y Mili.

Y aunque entre gritos desesperados por captar la atención para conseguir el monopolio de la conversación parezca que me vaya a estallar la cabeza, siempre existe alguna “Loli” que evita que salten chispas entre dos cables pelados. Ella es un material no conductor de electricidad con carga negativa y acostumbra a tener la función de cortafuegos. El problema está cuando se encuentra con otra carga del mismo calibre, ya que todos nos tenemos bien aprendido eso de “menos por menos, más”.

Y por si acaso se acaba el mundo y aún sabiendo que es peligroso decir siempre la verdad…Diré que las “Lolis” estáis en el top five de la vida y que, pese a la jauría de perras que simula, para mi las Lolis son mejor que un Nolotil!